El Palacio Real
El Palacio Real de Valladolid está situado en la plaza de San Pablo, convertido en el S.XX en la IV Subinspección General del Ejército de Tierra. Este hecho hace que las visitas se reduzcan a los miércoles, por la mañana, previa cita en el Centro de Recursos Turísticos de la Acera de Recoletos o bien por teléfono en el 983 327 302.
Antes de describir el antiguo Palacio Real, vamos a ponernos en su situación histórica. A pesar de que los reyes venían a Valladolid con cierta asiduidad, no disponían de un Palacio Real para hospedarse, lo que hacían en alguna de las casa de los nobles de la ciudad, como el Palacio de Pimentel.
Este palacio perteneció a don Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, y a su mujer María de Mendoza. Su construcción se encarga al arquitecto real Luis de Vega en 1524 y finalizaría en torno a 1535. Fue ocupado en distintas ocasiones por Carlos V y su hijo Felipe II, ya que era el mejor palacio de la ciudad.
Posteriormente fue comprado por el Duque de Lerma, quien se lo vendería a Felipe III, cuando estableció la capital en la ciudad (1601-1606), pasando entonces a ser Palacio Real. El monarca realizó distintas reformas añadiéndole mas estancias y lo alternaba con el palacio de verano, Palacio de la Ribera, situado al otro lado del rio.
Durante la guerra de la independencia se alojan en él, Napoleón, su hermano José I, así como el general inglés lord Wellington.
Como podéis imaginar las alteraciones que el edificio ha sufrido durante estos siglos, han sido importantes. Y aunque sus funciones desde el S.XIX han sido militares, conserva gran parte del estilo en el que se construyó.
El conjunto del edificio se compone de dos patios (el principal y la llamada galería de los Saboya), la escalera y la capilla habiéndose perdido numerosas dependencias. El patio principal consta de dos pisos, con una preciosa galería de arcos carpanel, con medallones entre los arcos, representando personajes de la época. El segundo patio tiene también dos pisos y una fuente central decorada con sirenas. Destaca también la escalera imperial, el oratorio de la reina, el salón del trono y los frescos y artesonados que decoran los distintos espacios.
Merece la pena acercarse y conocer su historia plagada de intrigas, anécdotas y curiosidades, que hacen la visita casi más interesante que el propio palacio.
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